El terroir es el que genera la diversidad de los vinos y les da su razón de ser. Es la conjunción del viticultor con el medio natural que le rodea.
En una sociedad que tiende a la estandarización, el terruño es una brisa de aire fresco que debemos reivindicar.
El objetivo mayor es obtener el vino que mejor refleje su espíritu. Cada vez se elaboran vinos más parecidos, la extensión de las técnicas vitícolas y enológicas y el recurso de plantar variedades internacionales aumenta el riesgo de estandarizar la producción de vino en el mundo.
Hay que reivindicar lo nuestro, nuestras variedades, que ya nuestros antepasados plantaron esas cepas porque entendieron su razón de ser. Aquí ilustramos una cepa de bobal de mas de 80 años en su habitad natural, compatibilizando la planta, la tierra y la naturaleza del hombre.